Se me apaga la vida.

Ya se me apaga la vida
Se me escapa lento, lento
Pues Cronos me va quitando
Lo más valioso que tengo

Ya se me apaga la vida
Cuando me miro al espejo
Y veo la cara de un viejo

Se me escapa lento, lento
Ando todo el día desnudo
Y también así de mudo

Antaño unos labios dulces
El tiempo me va quitando
Pues ahora, ni sus luces

Mi sonrisa inexistente
Lo más valioso que tengo
Ni tan siquiera en la mente

Ya se me apaga la vida
Las tan deseadas caricias
Han pasado a ser noticias

Al acostarme en la cama
Se me escapa lento, lento
Desnudo, en cuerpo y en alma

Con cada largo suspiro
De cada malentendido
Ya se me apaga la vida

Lo más valioso que tengo
Los amigos se van yendo
Y yo mi turno esperando

El llanto, que es en silencio
Se me escapa lento, lento
Va haciendo grandes los huecos

Lo más valioso que tengo
Ya Cronos me va quitando


Se me escapa lento
Lento

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Fuga de lágrimas

Me mintió.

Y la perdoné. Su razón tendría.

Mintió de nuevo, la perdoné otra vez.

Y una vez más… Y así seguí por años.

Sin tener otro motivo que quererla.

Con cada mentira se llenaba de una en una mi tanque de lágrimas.

Con cada perdón iba queriéndola menos,

   como si el tanque se vaciara de cariño.

Después de miles de mentiras, cada vez más crueles, y el mismo número de perdones, cada vez más débiles, mi tanque explotó.

Y dolió.

La explosión fue muda.

Dolió darme cuenta de que ya no le tenía amor.

Pero, de repente, mi tanque se regeneró,

   aunque sus paredes son ahora más delgadas.

Curioso es que al regenerarse se llenó de nuevo,

   más cada noche deja salir unas cuantas lágrimas.

Lo cual es bueno.

Porque con esa fuga de lágrimas,

   es seguro que no explotará más.

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Demasiado tarde.

“Too late”. Dicen en inglés.

Independientemente de su raza, estrato social u origen, hemos observado a todo tipo de personas hacer algo que debieron haber hecho mucho tiempo atrás.

Los ejemplos abundan: como aquellas que se la pasan publicando mensajes acerca del familiar que ha muerto, como si éste pudiera leer dichas palabras.

Aquellas otras que, habiendo perdido a su pareja por dañarlos, de inmediato se unen como voluntarias a organizaciones caritativas, queriendo demostrar que no carecen de bondad, o algo así.

También, las que tratan de reestablecer lazos perdidos con familiares y amigos, jurando que han cambiado, y que el ente injusto o desagradable o deshonesto que ellos conocieron ya no existe.

O quienes abren -por fin- las puertas a aquellos que insistieron por mucho tiempo tratando de lograr algo con ellas, dándose cuenta de que dicho pretendiente ya cambió de objetivo, o simplemente se cansó de suplicar y su interés cesó.

Y aquellas que se deshacen en regalos materiales o con detalles hacia quienes nunca tuvieron uno significativo siquiera… en fin.

Total, que la reacción a sucesos inesperados, la mayoría drásticos, como la pérdida física o social de alguien, hace que dicha persona por fin se dé cuenta de quién es realmente, y el cambio que intenta no es posible ya. O lo es, pero implica mucho sacrificio.

Lo mejor que pueden hacer es aplicar las duras lecciones y, ahora sí, atender a aquellos nuevos conocidos y a los que aún logran conservar en una forma distinta, positiva, digna. Pues los que rodeamos a dicha persona ya no confiamos en que pueda cambiar. (Incluso si es cierto que lo logra.)

¿Qué más les queda?

Ahora sí, a empeñarse en entregar lo poco o mucho positivo que tengan, a dejar de engañar, de abusar, de lastimar.

A manifestar su cariño -por poco que sea- a quienes posiblemente les queda poco tiempo de vida.

A llamar a quienes ofendieron para ofrecerles una disculpa, o mejor aún, invitarlos a platicar cara a cara, y hacerlo honrosamente.

A dedicarle tiempo a su nueva pareja, si es que consiguen una, y no recaer en las actitudes y acciones que hicieron huir a la anterior.

En breve, a recapacitar. A ser una nueva persona. A redimirse.

Lo pasado ya no existe. “Sorry”.

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El tiempo que nos queda.

Es cada vez menos.

Y no queremos aceptarlo, nos la pasamos como si tuviéramos garantizada la vida por muchos años más.

Como si fuera seguro que despertaremos mañana en las mismas o mejores condiciones que las que tenemos hoy.

Tal vez sea mero instinto de conservación el no pensar en ello, el estar sin preocupaciones con respecto al tiempo que nos queda de vida.

Como si los accidentes solo les sucediesen a otras personas, cual si las enfermedades terminales fueran algo muy lejano, tanto en tiempo como en distancia.

Pero, independientemente de las cuestiones de salud, y eventos drásticos. ¿De verdad creemos que tenemos muchos años más para vivir? ¿Qué tal si solo son meses o semanas?

¿Qué estás haciendo hoy para garantizar que ese último periodo de tu vida sea pleno?

¿Has pensado en las personas que dejas detrás? ¿Les dejarás algo positivo, o un montón de problemas?

Independientemente de lo que hagamos con aquellos que nos rodean, nuestro tiempo de vida es cada vez menos. Aparte de que, si son décadas, años, o meses, es necesario que te enfoques a ser feliz.

A hacer felices a tus seres queridos, y también a los no tanto.

Basta de rencores, venganzas, odios, reclamos, y cualquier sentimiento negativo que lo único que hace es tener tu mente ocupada en cuestiones que nada positivo le dejan a nadie. Mucho menos a ti.

Perdona: olvida las ofensas, las heridas, los malentendidos. Borra de esa libreta, física o mental, la lista de deudores y sus cuentas por saldar.

En serio ¿no es ya tiempo de que te dediques a ti?

Rehaz tu lista, trázate planes, objetivos, metas.

Socializa más, reconecta con quienes te hacen reír, ayuda a quien alguna vez te ayudó, abre tu corazón un poco más, saluda con una sonrisa cada vez…

Recuerda, cada vez tenemos menos tiempo. ¡Actúa!

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Por curiosidad, cariño. Solo es curiosidad.

Dime,

¿Cómo se enamoraron?

¿Acaso es uno de los que a diario ves?

¿Te quiere?

¿Lo quieres?

Si es así, ¿le dices que lo quieres?

Esto es, ¿a él si le dices así tal cual “te quiero”?

¿No es solo una aventura más?

¿No le mientes?

¿Lo complaces?

¿No estás con él por simple compañía?

¿Lo respetas?

¿Te quedas callada o le contestas sus preguntas?

¿Y con la verdad?

¿Lo apoyas?

¿Te platica sus sueños y sus planes y lo escuchas con atención?

Sus éxitos, y principalmente sus fracasos… ¿no te burlas de su propósito de decírtelos?

Esto es, ¿de él si te interesa todo o, aunque sea un poco?

¿Sientes que la relación será para siempre?

O ¿acaso es deseo carnal de ambos, exclusivamente?

¿O tal vez únicamente tuyo?

¿Te agradó su físico?

¿O fue su posición socioeconómica?

¿Quizá sus gustos musicales?

Esto es, ¿se parece en algo, o es distinto a mí?

Entonces… ¿es pura curiosidad tuya, y nada más?

Sé que no obtendré respuestas, mas lo acepto.

Es simple curiosidad.

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Amor y sexo. ¿Complementos?

Mujer, no es lo mismo. El sexo cualquiera puede entregarlo, el amor no.

El sexo es implemente eso. Te arreglas y pones atavíos y ropa seductora para hacerte ver mejor, más codiciada, deseada, atractiva. Pero es la indumentaria la que te adorna. En cuanto ésta desaparece y la sesión ha terminado, es necesario volver a ponerse algo semejante para que el deseo nazca de nuevo.

Sí, el amor lleva al sexo, pero éste es una consecuencia de amarse.

El sexo también lleva a algo de amor, pero es pasajero: cuando no hay sexo, no hay química.

Con amor puedes pasar mucho tiempo con esa persona especial, sin necesidad de sexo.

Con puro sexo, el tiempo de inactividad se vuelve insoportable. Requieres de volver a estar en contacto carnal una y otra vez. Es egoísmo en ambos, exclusivamente.

Quien te ama ni siquiera te pide actividad sexual, esta se da en forma natural, y se convierte en un verdadero acto de hacer el amor. Nada de brincos furiosos ni altas frecuencias o intentos de posición equis o ye.

Sí, juegas también cuando haces el amor, e intentas una y otra cosa, pero es definitivamente el sentimiento quien te mueve a agradar a la otra persona, a entregarte por completo, en todos sentidos.

En el sexo, lo único que entregas es el cuerpo.

Te ama quien perdona tus cientos de errores, quien calla cuando regresas tarde sabiendo que estás fallándole, quien no te contesta las ofensas delante de otras personas, quien humillado procura aguantar la tristeza y el coraje que crean tus acciones, quien soporta las heridas creadas por tus mentiras, quien intenta y repara la relación cuando todo parece perdido, quien una y otra vez te acepta a pesar de tus múltiples faltas, accidentales o conscientes.

Quien te provee de sexo puede ser reemplazado en cualquier momento.

Quien te ama está presente en tu mente y corazón. Y tú, en los de él.

Es posible que olvides a tus amantes en poco tiempo.

Mas quien te amó, y te ama, se va contigo a la tumba.

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¿Sabrá ella?

¿Sabrá ella que

la dejo, queriéndola aún?

profesé que me amaba?

hubiera preferido terminar mi vida con ella?

me duele todo lo hecho a un lado?

a veces la deseo?

todavía me lastiman sus heridas?

le entregué todo?

los engaños son lo más cruel?

sano, aunque muy lento?

he perdonado sus constantes errores?

la traición me devasta?

echo de menos su presencia?

no comprendo su maldad?

extraño sus besos?

me pesa lo perdido?

recuerdo sus miradas del principio?

deseo que sea feliz?

¿Qué sabrá de mí?

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Publicando imágenes en lugar de texto.

Si eres de los que publican imágenes que copias de otras publicaciones, por favor ten en cuenta lo siguiente.

Algunos me comentan que el publicar fotitos o videítos les es más fácil a muchos porque es más rápido que teclear, pero esto trae consecuencias que la mayoría no alcanza a comprender.

Los vectores de ataque que utilizan los hackers para hacerse de nuestros datos personales son cada vez más sofisticados, y el invitarnos a tocar sobre una imagen, o darle “me gusta”, o cualquier otra artimaña semejante les permite echar un vistazo a nuestra personalidad e identificación. A veces con consecuencias muy serias. ¿Cuántos de nosotros no usamos nuestros dispositivos digitales tanto para uso personal como de negocios? ¿O para trámites bancarios o de gobierno?

Ya no únicamente tratan de infectarnos por medio de correo electrónico o invitándonos a visitar sitios de Internet, ahora su código malévolo está imbuido en dichas imágenes, por medio de las cuales abren un túnel que les permite conocer todo nuestro entorno: familia, trabajo, domicilio, etcétera.

Dichas imágenes alteradas no únicamente hacen esto en los dispositivos que las publican, algunos programas de malware están tan bien hechos que también atacan a los dispositivos que reciben las mismas en cuanto el destinatario las abre.

Otra razón que me dicen causa publicar imágenes en lugar de texto es porque quien lo hace sabe bien que no escribe correctamente. Pero esto es también contraproducente, si no sabe escribir pues muy probablemente tampoco sabe leer bien, y las imágenes que simplemente copia y pega contiene faltas de ortografía o carecen de puntuación adecuada. Además de muy probablemente contener también malware.

Entonces ¿acaso no sería mejor hacer el esfuerzo de enseñarse a escribir?

Nunca es tarde.

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Lo que sirve.

Lo percibes tanto en los poemas como en las películas y en las canciones:

Aparecérteme de sorpresa cuando ambos sabíamos estaba a más de mil quinientos kilómetros de distancia.

Invitarte a la playa, o a otro país, o a la playa de otro país.

Pintarte con acuarela una vela encendida. O con pastel una piedra preciosa.

Llevarte serenata sin fecha especial alguna.

Dedicarte el trofeo ganado en el torneo estatal.

Verte bailando con o del brazo de otro, y hacerme el fuerte.

Cortar las flores de la glorieta y ponerlas en un florero de cristal que sí compré para ti.

Pasearte en motocicleta a velocidad que operaba sin problema, o hacer piruetas en el carro como profesional, que para ti era aterrador y excitante al mismo tiempo.

Resolver de inmediato un problema que tus amigos habían pensado por días sin encontrar solución.

Esperarte por horas a la cita que nunca llegaste.

Dejarme el cabello largo, porque, aunque incomodísimo, a ti te gustaba así.

Prometerte un título, una ruta segura para salir de la pobreza, y un padre del que tus hijos estarían orgullosos.

Alejarme sin causar dificultades cuando me lo pediste, para tú hablar con aquél.

Escribirte un poema que dijiste no era posible que yo lo hubiera hecho.

Entregarte una nuez intacta, que al quebrarla descubre un lapicito.

Darte el larguísimo tiempo que me pediste para arreglar tus asuntos.

Pedirte que te quedes un rato más, para preguntarte algo, y escuchar tu No Puedo.

Escribirte cartas cuando de viaje, tan seguido cuan era posible, en cualquier papel.

Romper mi amistad con X, porque te causaba “desconfianza”, que sé era realmente celos.

Encontrarte en la calle e invitarte de inmediato a tomar un café, sin importarme el trabajo al cual me dirigía.

Contarte anécdotas chuscas, con tal de ver tu sonrisa.

Aguantar tus múltiples errores de juicio.

Dejarte una nota escrita en una hoja de árbol.

Comprar un anillo de compromiso, aunque nunca tuviera la oportunidad de presentártelo tal como debe ser…

Detalles así. En poemas, películas, y canciones.

En mi caso, de nada sirvió.

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Porque acá tu nombre es muy común.

Escapé, al caer en cuenta que todo a mi alrededor me recordaba a ti. Quise huir más lejos todavía, pero las circunstancias impidieron un refugio en algún lugar remoto.

Fue solo hasta que te fuiste que supe era feliz. Allá, al poco tiempo de tu decisión, destruí las fotos, aunque no todas, borré fechas en el calendario, me enfrasqué en nuevas aventuras, nuevas relaciones, nuevas experiencias, con el fin de borrar de alguna forma los recuerdos.

Era casi imposible concentrarme en el trabajo porque el simple hecho de, por ejemplo, tomar el auricular, ese mismo donde escuché cientos de veces tu voz, me recordaba conversaciones, o una simple palabra o dos.

En la calle era peor, pues las risas de los niños sonaban como a la tuya, las ropas de algunas eran parecidas a lo que te gustaba ponerte, los lugares que frecuentábamos se presentaban una y otra vez, independientemente de qué ruta tomara para desplazarme.

Salir de la ciudad de nada servía, pues los pueblos que visitamos hacían más fuerte la cascada de recuerdos que se multiplicaban y traslapaban: las risas con los llantos compartidos, las preocupaciones con los suspiros de alivio, las discusiones con las reconciliaciones, los temores con las palabras de esperanza.

Todo llegaba como en remolino, y de repente me despertaba la voz de quien iba conmigo, dándose cuenta de que mi mente estaba en otro sitio. Y probablemente de que mi corazón también.

Eso afectó una y otra vez a quienes tuvieron la valentía de tratar de ayudarme a reemplazarte.

Nada funcionaba. Me atacaba de repente el recuerdo de mi ruego a que no te fueras, me despertaban mis propios sollozos, me pitaban los vehículos detrás del mío cuando la luz ya se había puesto en verde y yo seguía aturdido por mis pensamientos, salía a correr siempre cuando llovía para que las gotas disfrazaran mis lágrimas y el sonido opacara mi llanto abierto, varias veces me llamaron la atención en las aburridas juntas de trabajo cuando notaban mi mirada hacia la nada y mi mente ausente del lugar.

Aún hoy.

Total, que creí que todo eso se me pasaría en un par de años, mas al no haber sucedido así, opté mejor por el migrar. Malbaraté todo lo que pude, y me deshice de lo que no. Solo conservé lo muy personal, y todo aquello directamente relacionado contigo lo quemé, enterré, o abandoné en lugares donde podría tal vez servirle a alguien. Aunque confieso que algunos detallitos donde existe tu palabra, los tengo aquí.

Lo que al fin me hizo reaccionar fueron las amistades comunes, al notar que tú me habías sustituido, y yo a ti no, aunque estuviera con alguien más. Cuando caí en cuenta que así era, fue justo ahí que decidí el mudarme.

Fue un golpe: tu salida de mi vida se llevó la mitad de la misma.

Quemé carabelas en todos aspectos: a pesar de la promesa de un pronto ascenso, renuncié al trabajo, me despedí de todos, vendí, regalé, tiré, me aseguré de llegar acá justo con lo más mínimo, para con una nueva existencia en un lugar desconocido, sin red social, usando un lenguaje distinto, comenzar lo que sería una vida más feliz, o por lo menos no tan triste como la de allá sin ti.

El inicio me distrajo mucho, pues es difícil recomenzar desde cero tratando de abrirse paso entre la multitud, y establecerse como uno más de los de acá. Lo cual fue bueno los primeros años. Desde el momento de mi partida siento como que es un viaje que nunca ha terminado, como si transito como elemento de un circo, sin descanso, sin un hogar al cual regresar.

En dos palabras, sigues presente.

La edad me ha ayudado a amainar la sensación de vacío, pero los recuerdos brotan al aspirar ciertos aromas de flores, ver sonrisas, escuchar pajaritos o ciertas canciones, y a veces hasta el simple tocarme la piel en lugares que decías eran tus favoritos.

A veces quisiera hacerte llegar el mensaje de que mi promesa sigue firme, aunque sé que estás mejor y muy probablemente mi recuerdo apenas brote como algo que quieres encubrir. Lo entiendo, y concibo también que el tiempo ha cambiado todo. Excepto mi juramento.

Lo peor es que en esta mi gran escapada, me hice caer en una trampa sin darme cuenta: ya no puedo salir de aquí, y si pudiera, es muy probable que a donde quiera que fuera el resultado sería muy semejante.

Ya que resulta que, y aunque al principio creí era simple coincidencia y trascendió que no, muy seguido escucho una palabra que desata todo una y otra vez, que me aprisiona la mente y apachurra el corazón, una palabra de la cual es absurdo escapar. Una simple palabra que no se puede enmascarar, e imposible suplantar.

Pues acá tu nombre es muy común.

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