Y sin embargo ahí está. Lo veo en todos lados, no solo en los sitios de Medios Sociales sino también en publicidad en periódicos, radio y TV; y hasta en las conversaciones diarias. ¿Por qué asumimos que todo mundo piensa, siente y cree de la forma que nosotros lo hacemos?
Tendemos a pensar que cada uno de nosotros es “normal” y el resto de la gente que no se aproxima a nuestro comportamiento, cultura, educación y estilo de vida son, pues, anormales. Asumimos que nosotros somos el estándar y cada uno y todos los demás son raros.
Tenemos que darnos cuenta que no todos los demás tienen o practican nuestras preferencias sexuales, inclinaciones políticas, fanatismo deportivo y dogmas religiosos. Algunos simplemente no cuentan con ninguna de ellas, mientras que otros practican más de una.
Así que abre los ojos y el corazón. Más importante, abre tu mente.
La próxima vez que quieras referirte a alguien cuyo estilo de vida es diferente y que persigue algo que no entendemos, respetémosle su punto de vista y continuemos.
No nos refiramos a nuestras prácticas y preferencias como si fueran del modo que debería ser, no mencionemos a nuestros líderes religiosos (vivos o muertos) como si todos los demás siguieran nuestras doctrinas, y no enfaticemos nuestras preferencias políticas o de equipos deportivos. No públicamente: podemos llevar aparte a nuestras amistades y conocidos que comparten una emoción similar y hablar de ello en un ambiente privado o íntimo.
Esto nos proporcionará una arena de neutralidad que evitará que alguien se sienta raro u ofendido, al tiempo que creamos un ambiente “políticamente correcto” –valga la redundancia-.
Por favor, no asumamos.
Aceptemos.