Conozco personas que se molestan cuando otro adulto regaña a sus hijos. No importa si el regañador tiene la razón o no, ellos lo toman como un ataque. Por cierto, más del 90% de las veces el adulto que regaña está en lo correcto.
Si los niños comienzan a ser una molestia, o están haciendo algo que afecta a los demás alrededor y sus padres no están presentes, o lo están, pero no pueden o quieren reaccionar; nada hay de malo en que alguien más tome el control de la situación.
Cuando nuestros niños crecen descarrilados nos preguntamos qué fue lo que hicimos mal.
¿Cuántas veces escuchamos a alguien decir algo así como: “Roy, deja de hacer eso porque éste señor se molesta…” en lugar de escuchar al padre explicarle al niño porqué lo que está haciendo es malo? Incluso en los círculos familiares se aplica dicho comportamiento, creando fricción entre sus miembros.
Con adultos a quienes se les llama la atención es peor. Principalmente con adultos jóvenes. He visto casos en los que un jefe, una madre, un supervisor o algún otro adulto sin relación nos dice algo y simplemente lo ignoramos, o estúpidamente hacemos lo opuesto totalmente a lo que se supone debe hacerse para corregir la falla. Incluso si dicha persona es oficial de policía, maestra, un especialista de la salud o de cualquier otra área de experiencia a la que pertenezcan y quienes nos llevan con mucho en ese campo, nosotros sabemos más, ¿o no?
También, cuando escuchamos las mismas palabras, exactamente las mismas palabras provenientes de dos personas distintas, se a un consejo, una frase, una explicación o cualquier cosa que sea de ayuda; reaccionamos a ellas dependiendo de quién las dice. Si nuestra vecina nos expresa algo que pudo haber sido dicho por Einstein, Lincoln, o Gandhi, simplemente ignoramos las palabras. Nos enfocamos más en la apariencia y cercanía de quien está hablando en lugar de escuchar activamente: esto es, en lugar de abrirnos y escuchar la idea y reaccionar a ella.
¿No es ya tiempo de escuchar, de la misma forma en que hicimos cuando nuestras maestras de primaria hablaban y nos maravillábamos y aprendíamos tanto?
¿Qué nos detiene a escucharnos unos a otras y abrirnos?
¿Que opinas? ¿Debemos abrirnos más a los demás o sería una pérdida de tiempo?
¿Alguna experiencia disimilar en este frente?
¿Ya me callo mejor?