Por muchos años ya te he buscado en diversos eventos a los que neciamente he creído que asistirás para encontrarnos.
Sin embargo, aunque los lugares se llenan de gente de toda índole, orígenes, intereses, géneros y edades; por más que trato de diversificar los eventos en tiempos y localidades, no te veo.
Cómo me gustaría que de repente te aparecieras en uno de dichos acaecimientos, mi terquedad es reticente y por lo mismo sigo asistiendo, aunque que cada vez menos frecuentemente y cada vez con menos interés de estar ahí. Confieso.
A veces me pregunto qué ha pasado con tu presencia. Sé que estás cerca, mas ignoro los motivos por los que no asistes a dichos programas. En cualquier otro lugar, o mejor dicho, en los lugares y tiempos pasados estabas ahí: vigente, firme, tangible, sonante, estable, segura…
A veces creo que nos hemos convertido en una especie de minoría que se niega a sí misma: como si la sociedad no aceptara nuestra presencia en sus diversos círculos; como si nosotros mismos fuésemos quienes nos auto-apartáramos o encerrásemos en una concha de la que no queremos salir a mostrarnos tal cual somos, tal como nos vemos, tal como pensamos, como amamos, creemos, sentimos y manifestamos con nuestro vestir, hablar, actuar, estar.
¿Dónde te encuentras? ¿Acaso no quisieras también tu encontrarme? ¿Y si no a mí, por lo menos a alguien de nuestro conjunto?
Muéstrate. Sé.
Deja ya de pertenecer a esa sociedad secreta.