Fuga de lágrimas

Me mintió.

Y la perdoné. Su razón tendría.

Mintió de nuevo, la perdoné otra vez.

Y una vez más… Y así seguí por años.

Sin tener otro motivo que quererla.

Con cada mentira se llenaba de una en una mi tanque de lágrimas.

Con cada perdón iba queriéndola menos,

   como si el tanque se vaciara de cariño.

Después de miles de mentiras, cada vez más crueles, y el mismo número de perdones, cada vez más débiles, mi tanque explotó.

Y dolió.

La explosión fue muda.

Dolió darme cuenta de que ya no le tenía amor.

Pero, de repente, mi tanque se regeneró,

   aunque sus paredes son ahora más delgadas.

Curioso es que al regenerarse se llenó de nuevo,

   más cada noche deja salir unas cuantas lágrimas.

Lo cual es bueno.

Porque con esa fuga de lágrimas,

   es seguro que no explotará más.

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