Recientemente me hallo escribiendo por solo unos minutos cada vez. Entre juntas de trabajo, esperando a los niños para recogerlos, corriendo procesos que requieren que estés ahí esperando por unos cuantos minutos…
Quedando atrapado en el tráfico y embotellamientos citadinos ayuda también: tomo notas ya sea en mi Smartphone o en una libretita. Mientras corro en el parque, hago notas mentales que serán escritas tan pronto como regrese al vehículo o a casa.
Sin embargo, esta forma pausada de escribir se ha convertido en un proceso interesante. A veces se me ocurren mejores ideas cuando regreso a algo que había comenzado unos días antes, o que había dejado sin terminar desde quien sabe cuando; y el resultado es más agradable. En otras ocasiones, empero, caigo en cuenta que mi reflexión original ha sido olvidada o ha perdido su lustre y tengo que descartarla por completo.
El tiempo no me ha sido muy amable: aunque he logrado algunos progresos en proyectos vigentes, de repente la Conferencia Internacional de Escritores, la Feria del Libro, y algunos otros eventos ya están a la vuelta de la esquina y abriendo registro; siento como que no tengo algo concreto que presentar o por lo menos de qué hablar.
Supongo que ese es el verdadero escenario para aquellos de nosotros que intentamos preservar ideas usando la palabra escrita; algunas jornadas serán más retadoras que otras. Debe haber aquí una muy buena lección que aprender.
Me voy. Se acabó el tiempo.