Cuando era un niño nunca se me ocurrió crear un directorio de contactos en la escuela primaria; creo que nadie lo hizo, ni siquiera en la secundaria o en la preparatoria: no recuerdo que alguien me preguntara mi información personal. Nuestro mundo era más pequeño y simplemente dábamos por hecho muchas cosas. Creíamos que nos veríamos de nuevo después; una semana tal vez, o después de vacaciones o al siguiente semestre, y así.
Entonces, ahora, cuando recordamos a alguien especial deseamos poder tener algún modo de encontrar a esa persona. Sí, hay mejores formas de hacerlo ya, pero aun así es difícil.
Hemos cambiado individualmente y es muy probable que ellos hayan cambiado también, pero es el recuerdo de ellos el que nos trae emociones, deseos y sentimientos que también provocan pensamientos agradables. Cómo me gustaría saber de mi cuate de la secundaria Joel Elías Sánchez, por ejemplo. Era simplemente feliz a su lado, era muy carismático y todo mundo se llevaba bien con él. Yo disfrutaba cada momento a su lado.
O Ernesto Vega Ochoa: un tipo agradable y muy listo. Estaba en una especie de comunión no declarada conmigo; su nivel de educación, intereses, astucia, perspectiva y demás era todo lo que alguien como yo en ese entonces podía desear en un amigo. Por lo menos esa era mi percepción de él, no sé si el sentía lo mismo hacia mí.
Lo más extraño pues, es como algunas otras personas aparecen en tu vida por un muy breve lapso, y de las cuales tienes tan poca información, creyendo que obtendrás más después, que cuando ya se han ido de tu vida reaccionas -¿Qué fue eso? Y sabes que es un poco demasiado tarde para recobrar lo que tenías.
Conocí a Hernán en la escuela de idiomas. Conectamos de inmediato y nos agradábamos mutuamente. Estábamos ambos muy ocupados con trabajo y escuela y nuestras breves conversaciones estaban llenas de calidad, no había tiempo para banalidades o nimiedades. Nos veíamos a veces sí ya veces no, pero cada vez que estábamos juntos era especial. Luego, la vida dio un abrupto giro y me fui por una ruta distinta, para no saber más de Hernán excepto por el área de la ciudad donde vivía y su nombre de pila. Nada más.
Y ese es solo una pequeñísima muestra de los amigos hombres que desearía ¡Ay! Cómo desearía, poder verles de nuevo.
Se pone peor cuando se trata del sexo opuesto. No se puede escribir mucho acerca de personas muy especiales a modo de que no lastimes o des malas impresiones a los que están a tu lado ahora, y hasta para no lastimarte a ti mismo, de modo que te arrepientas de algo. (Más sobre esto el próximo domingo.)
Y así sucede: después de tantos años me gustaría saber de ellos; a veces la necesidad de saber me asalta incluso cuando estoy trabajando y no solo en mis ratos de ocio. Creo que sería grandioso si pudiésemos saber por lo menos dónde están (si es que están), qué han hecho de sus vidas, y todo eso.
Sin necesidad de mencionarlo, estoy seguro que cualquiera que haya terminado con ellos y a su alrededor, son personas muy afortunadas.
No me queda más que desear y esperar que todos esos amigos perdidos hace tanto les esté yendo muy bien.
¿Tú qué crees? Por favor dime que no estoy loco y que todos tenemos esas mismas emociones y pensamientos. ¿Alguna amistad especial en tus años mozos? ¿A ti también te hacen llorar los recuerdos?
Supongo que sí, por lo menos la gran mayoría, tuvimos gente especial y muy querida años atrás. Si por alguna u otra razón se perdió el contacto y aún la tecnología no nos ha permitido reencontrarnos, añoramos la comunicación con esas personas. No creo que seas el único que tiene recuerdos acompañados de lágrimas… En mi caso particular tengo la fortuna de haber encontrado a antigüas amistades y establecer contacto nuevamente, como si el tiempo no hubiera pasado, pese a los cambios vividos por cada quien… La tecnología ha ayudado, pero eso sí, sigue haciendo falta poder estar frente a frente físicamente, eso es irremplazable…
«antiguas», ¡perdón!