Son muchas. Casi todo.
Despertar al estirar el brazo tratando de tocarte y no percibir contacto.
Voltear a cada rato de la cocina hacia la recámara o de ésta hacia la sala, queriendo que por arte de magia te aparezcas. Aunque no te vea claramente, solo saber tu presencia cerca.
Mirarme al espejo en la mañana, sin ganas de arreglarme ni el cabello siquiera, notando las oscuras ojeras que se han formado por, de, y para ti.
O al bañarme, cuando me tallo la espalda, queriendo que en lugar de un estropajo o cepillo sean tus dedos y tus uñas las que se deslizan por ella.
El silencio de las noches sin tu voz y ni siquiera tu respirar me ensordecen. Curioso como la ausencia de sonido causa tan alterno efecto en mi oído.
Veo mis manos una y otra vez prácticamente todo el día, y no sé qué hacer, y se acarician una a la otra tan seguido cual es posible, pues se sienten desnudas de no estar sus dedos entretejidos con los tuyos.
Hablo solo y sonriendo, como queriendo que me escucharas y me respondieras y poder oír esas respuestas, aunque fuese un monosílabo… pero nada.
Y eso de voltear de un lado a otro es en todos lados, no únicamente en casa, hasta cuando voy por la calle desesperadamente viendo figuras semejantes a tu cuerpo, para en alguna de ellas encontrarte de nuevo. Para por lo menos saberte ahí, aunque no pueda saludarte, aunque la vista me engañe y no seas realmente tu…
Lo peor es la boca. Me muerdo los labios ya tan seguido, que la gente ha de pensar que tengo una deformación bucal.
Y esto que te digo es únicamente la cuestión corporal. Lo cual es fácil de entender.
Lo peor pasa en mi mente, no solo está afectada, está transformada. ¿Trastornada?
Y tanto, que tratar de especificar cómo, sería un intento fútil.
Incluso para mí.